12
Junio
2015

Llegan nuevos colonos a Rodalquilar

Pedro Nieto Carrasco

Marcos buscaba solución por internet a la desesperada. Es un orfebre austríaco que hace insignias de plata para moteros y vive a base de placas solares y aerogeneradores caseros en el más recóndito lugar del Valle de Rodalquilar. Compró hace ya dos décadas un cortijo en ruinas situado sobre la ladera de un barranco lleno de pencas y lleva varios años haciendo ensayos para intentar extraer de manera rentable el preciado aceite de la semillas de sus chumbos. A este aceite, que llaman el bótox de los bereberes, se le atribuyen propiedades cosméticas casi milagrosas.

 

Pero su proyecto se cae por culpa del esperado visitante Dactylopius opuntiae más conocido como cochinilla del carmín. Yo no fui capaz de encontrar su casa a la primera pero esta cochinilla al parecer sí. Han bastado ocho meses para hacer temblar a unos setos de contención de balates con más de cuatro siglos de antiguedad.

Para intentar frenar su avance cuenta con la inestimable colaboración de varios amiguetes a los que le da, a cada uno, una mochila de curar cargada de fairy diluido en agua.  Como la cochinilla es reacia a desaparecer, las barbacoas que prepara Marcos como reclamo son cada vez más frecuentes y empiezan a no salirle los números. Para colmo, el árbol que riegan con el sobrante de las mochilas de curar se ha secado repentinamente por lo que empieza a sospechar que tanto jabón lavaplatos pueda estar contaminando el suelo de su finca.

Y aquí es donde aparezco yo, subiendo a pié por el descarnado camino de acceso al cortijo con una caja isoterma debajo del brazo llena de mariquitas.

Cincuenta años después de desvanecerse la fiebre del oro, llegan a Rodalquilar nuevos colonos. Esta vez, 25 ejemplares de Cryptolaemus montrouzieri (*) nacidos en un laboratorio de Israel, a los que vamos a ofrecer toda clase de facilidades para que se establezcan por generaciones. Son 12  tranquilas Hectáreas de clima mediterráneo y abundante comida, mucha más de la que quisiéramos.

Antes de hacer la suelta a la ligera, hemos convenido hacer un ensayo previo de campo. Vamos a medias aunque cada uno busca su propio objetivo: él por su lado quiere erradicar el azote de sus plantaciones y yo por el mio, ampliar el abanico de posibilidades comerciales de este interesante coccinelido pseudococcidófago.  Marcos, que es un manitas, hace el insectario con materiales reciclados y yo pongo los bichos que me salen más baratos. Como es generoso, me ha regalado un poco de aceite de chumbo para que pruebe.

El emocionante ensayo lo hicimos ayer bajo la sombra de un algarrobo y ahora escribo esto con la satisfacción de comprobar que Dactylopius es una excelente presa.  Tan sencillo como ponerlos en contacto y sentarse un rato a mirar, algo que todavía no ha hecho nadie que sepamos.

Y mira que hemos estado en charlas y conferencias.

 

 

(*) Cryptolaemus montrouzieri

es un OCB cosmopolita autorizado por el Magrama para el control de cochinillas y registrado por varias casas comerciales.