16
Mayo
2014

Picudo III: autovías

Consecuencias de un mal diseño de plantación

Pedro Nieto Carrasco

En 2004 tuve la suerte de asistir a la exposición de los proyectos de paisajismo presentados a concurso para el desarrollo de la villa olímpica de Almería que a la postre, habría de albergar a los atletas con motivo de los juegos del Mediterráneo de 2005.

Desde Tokio, se presentó un arquitecto muy serio que consiguió ruborizar a más de uno cuando se apagaron las luces y  el proyector lanzó el plano general de su trabajo sobre la pared. Consistía en hacer coincidir las alineaciones de palmeras datileras con la silueta de una hermosa mujer desnuda en cuyo epicentro triangular colocó un oasis de frondosos cocoteros.

 

 No es casualidad que la palmera datilera estuviera omnipresente en todos los proyectos presentados pues los paisajistas ya sabían la impronta que deja la plantación de estos colosos vegetales en la mente del ciudadano medio entre los que yo no me excluyo (no digamos ya, en la de un concejal de urbanismo).

En poco menos de dos años se engalanaron las principales vías de acceso a las diferentes subsedes olímpicas con más de  40.000 palmeras perfectamente alineadas.  Hay que reconocer que producen un efecto absorbente sobre el paisaje que asombra. El acceso a Roquetas de Mar desde Almería, por ejemplo,  era una fea carretera flanqueada por invernaderos y desde que decidieron plantar dos o tres mil palmeras a todo lo largo parece que han desaparecido. Mi propio barrio, abandonado a su suerte desde que en su día quebrara la entidad urbanística de conservación, pusieron a la entrada, en una sola mañana, más de cien palmeras de seis metros de tronco y todos los vecinos coincidimos en que ya parecíamos de mejor familia.

 

Así por encimilla, he dibujado estas alineaciones ininterrumpidas de palmeras sobre un plano de googlemap. Ahora veo claramente que hay dos tipos de autovías que discurren paralelas, las de coches y las de picudo rojo por donde ellos pueden desplazarse kilómetros sin molestarse tan siquiera en desplegar sus alas.

 

 

 

Ahora, diez años más tarde y con el peso que da la experiencia, la mesa de adjudicación política debería haber dado a cualquiera de estos proyectos el siguiente veredicto:  “Analizado en profundidad, la comisión dictamina el rechazo a este proyecto por defectos graves de diseño. Se contemplan importantes alineaciones de especies de palmáceas susceptibles de ser hospedadoras de la especie exótica invasora Rhynchophorus ferrugineus.  La excesiva altura de tronco reflejada en las unidades de obra exige la importación de palmeras de otras partes del mundo sin las suficientes garantías fitosanitarias.  El consistorio, avalado por el dictamen técnico de sus servicios paisajistas, considera que estas alineaciones son susceptibles de actuar como reservorio de este  peligroso curculiónido,  facilitan su libre propagación,  encarecen las labores posteriores de  mantenimiento y suponen una amenaza difícil de asumir para nuestros palmerales históricos más emblemáticos”.

 

Conforme ha transcurrido el tiempo y el picudo ha ido derribando fustes como si de una mancha de aceite se tratara, he observado un proceso adaptivo a los tiempos de crisis que me gustaría saber si también ocurre en otras provincias de España.  Allí donde sucumben palmeras canarias reponen con datileras y donde había palmeras datileras hacen lo propio con wasingtonias (siempre de menor tamaño que las originales).   O sea que se siguen plantando especies sensibles al picudo rojo pero bajando un grado en su preferencia gastronómica y ya de camino otro grado en la preferencia económica de las tambaleantes arcas municipales.

 

¿En que se están convirtiendo aquellas brillantes ideas de líneas puras que un día nos sedujeron por su diseño?.

 Imagino al japonés sufriendo con el envejecimiento prematuro de aquellas sugerentes alineaciones. Creo que ahora los dos pensamos lo mismo,  quedarse en un honroso segundo puesto fue lo mejor.