23
Marzo
2014

Sangre de tuna

Pedro Nieto Carrasco

No habíamos hecho más que entrar  en la Comunidad Económica Europea cuando un parlamentario austriaco propuso dejar de consumir productos europeos de  fabricación española  porque en su composición añadían un colorante hecho con pasta de repugnantes insectos machacados.

 

A demanda del exigente consumidor europeo este aditivo cayó en el olvido pues fue sustituido por otros de origen sintético más asépticos  pero que a la postre demostraron ser cancerígenos.

 

Esta mañana en un centro comercial, por curiosidad, con la ayuda del cuentahílos que siempre llevo encima, he conseguido leer  la composición de los derivados lácteos  con sabor a fresa. Y ahí estaba de nuevo, casi omnipresente, el colorante E-120 (o carmín) que es  el nombre disimulado que le han puesto a la cochinilla Dactylopius coccus para no causar alarma.

 

 

Cuentan que unos españoles, poco después de descubrir América,  observaban intrigados a unos indígenas aztecas que sacudían minuciosamente la superficie de unas tuneras (también llamadas nopales o chumberas) con la cola de un venado. Cuando por fin se acercaron,  descubrieron el fabuloso tesoro que escondían unos insectos parásitos que habitaban sobre la superficie  de las pencas de los géneros  Opuntia y Nopalea.  Los nativos lo llamaban nocheztli  (“Sangre de tuna”). Y decidieron traerlo rápidamente para España. En el siglo  XVI  no había tapiz nobiliario, túnica obispal ni manto real  más ceremonial y cotizado que el teñido con el jugo de aquellas extrañas cochinillas. El ácido carmínico, extraído de las hembras desecadas, ofrece una gama increíble de colores en función del PH de la solución. Si le echas limón da rojo oscuro pero mezclado con leche vira a morado.  Pronto su fama se extendió por Europa y llegó a Rusia y China. Pero fueron los mercaderes persas los que hicieron del colorante rojo cochinilla una mercancía tan preciada como el oro y la plata en el intercambio comercial con las Américas.

 

 

Todo el comercio del rojo carmín pasaba por España desde el puerto de Veracruz.    Los comerciantes españoles, con la pillería propia de la época,  decidieron  ocultar el verdadero origen del  prodigioso tinte para hacerse con su monopolio y durante varios siglos hicieron creer al mundo entero que el colorante se extraía del prensado de una semilla exótica que se llamaba grana.  

 

Yo me he criado con la falsa creencia de que la chumbera era una planta genuinamente nuestra. He visto escrituras notariales que incluyen el "marchal de pencas" como elemento de referencia espacial.  Es una planta que imprime carácter a muchos paisajes del sur y este peninsular.  Un andaluz siente que vuelve a casa cuando divisa las primeras chumberas a su paso por Despeñaperros.  La primera planta que puse en mi jardín fue una chumbera y todavía la tengo.

 

La cochinilla del carmín ya lleva en España varias décadas introducida de manera intencionada por el hombre para su aprovechamiento industrial. Existen focos de cochinilla en Cataluña, Valencia, Murcia y Andalucía. El mejor colorante rojo natural del mundo se produce en Guatiza y Mala (Canarias).   Yo la vi por primera vez hace cinco años en Almuñécar, donde es muy popular,  gracias a un amigo que no pudo evitar hacerme la prueba del restregón.  

 

 

Pero de la noche a la mañana, La chumbera (Opuntia ficus indica) ha sido considerada como una peste incluida en el top 20 de las especies invasoras más peligrosas de la península ibérica.  El Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente  la incorporó oficialmente al catálogo español de especies exóticas invasoras (Real Decreto 630/2013, de 2 de agosto.(BOE nº 185).

 

En este estado de equilibrio de fuerzas entre Opuntia ficus indica y D. coccus,  aparece una segunda cochinilla del carmín que provoca la discordia. Se trata de Dactylopius opuntiae tremendamente agresiva capaz de matar a su hospedador en pocos meses.  La primera vez que nos dimos cuenta de esta nueva especie fue en un rodal de pencas localizado en el talud del puente de Rioja famoso por su toro de Osborne y  por las largas esperas que hemos padecido todos los que hemos intentado pasar con el coche en un sentido u otro. Ocurrió hace dos años y en ese mismo momento se me ocurrió el negocio del siglo. Teníamos por un lado una planta tremendamente abundante que por ley debíamos erradicar  y por otro a su enemigo natural que yo podía comercializar.  El control biológico de la chumbera estaba en mi mano y solo faltaban que empezaran a llamar clientes para enviarles paletas de chumbera infectadas con carmín.

 

 

Pero rápidamente se sucedieron los acontecimientos en contra de mis falsas expectativas. Por un lado, el parásito se extendió más rápido que mi publicidad de manera que, a día de hoy, grandes extensiones de chumberas en el levante almeriense están ya devastadas por esta nueva cochinilla del carmín. Por otro lado, algo sorprendente, que la gente tiene apego sentimental a sus chumberas. La normativa ambiental será de difícil aplicación pues se enfrenta a la voluntad popular.  Ni que decir tiene que ya no espero tener clientes.

 

Un concejal, tras una iniciativa consensuada en un pleno,  me llamó hace unos días para saber si existía o podía conseguir un enemigo natural de esta nueva  cochinilla del carmín que pudiera  evitar el uso masivo de químicos en todo el término municipal.  Osea,  que habría que buscar un enemigo natural  autóctono para el enemigo natural de una planta declarada por ley enemiga natural  de nuestros ecosistemas.   

 

Supongamos que lo encontramos.  Supongamos también que en el momento de realizar la suelta aparecen  el  alcalde que quiere proteger las chumberas municipales  y el burócrata que le echó la cruz con el BOE debajo del brazo. Parece surrealista.

 

POSTDATA.-

Estudios recientes han demostrado la capacidad depredadora de CRYPTOLAEMUS MONTROUZIERI sobre las distintas especies de la cochinilla del carmín. En los diferentes manuales que han publicado los ayuntamientos y diputaciones provinciales de Murcia, Almería y Málaga se prescribe como solución la eliminación de los rodales afectados y el enterramiento masivo de los restos infectados, nunca el vaciado a vertederos pues esta práctica facilita su propagación.

A nivel particular puede bastar con la eliminación de las pencas más afectadas hasta llegar al tronco (pencón) que es inmune al ataque de estas cochinillas. También el frotado enérgico de las palas con cepillo de cerdas rígidas y tras la limpieza, la liberación profiláctica de larvas de Cryptolaemus para terminar de sanear el rodal.